Reseña
La humanidad ha logrado evolucionar y resolver sus necesidades, al menos temporalmente, gracias a nuestra infinita capacidad para indagar, hacernos preguntas y ensayar respuestas.
La fe es, en cierto sentido, contraria a esta habilidad nuestra. Los grandes inventos y las grandes soluciones nunca han surgido a la sombra de la fe y las certezas absolutas.
Helga Nowotny advierte de las amenazas latentes de haber depositado nuestra fe en la inteligencia artificial y nos invita a adoptar más bien una actitud crítica y activa frente a ella.
Nuestra fe en la inteligencia artificial representa un retroceso y una renuncia a una de nuestras grandes conquistas: la de haber declarado al futuro un horizonte abierto. Es decir, hoy la humanidad se considera dueña de su destino, pero por muchos siglos se consideró sometida a leyes religiosas de las que no se podían escapar.
Esto fue resultado de siglos y siglos de avances científicos, la humanidad hoy se considera dueña de su destino, pero no siempre fue así.
La fe con la que hemos asumido a la inteligencia artificial es tanta que esperamos que nos den todas las respuestas.
Esa atribución predictiva que le hemos dado a la inteligencia artificial ha generado un fenómeno que Helga refiere como performatividad: lo promulgado o pronosticado afecta al presente y lo dirige hacia esa predicción.
Helga Nowotny resalta la urgencia de contrarrestar estos hechos y para ello el punto de partida debe ser la socialización del conocimiento científico. Señala que nuestras sociedades no están preparadas ni familiarizadas con los avances científicos, pero nuestro proceso co-evolutivo con las máquinas nos obliga a entenderlas.
Otro dilema fundamental que esclarece Helga es nuestra relación con la naturaleza y nuestra manera de enfrentar el cambio climático. Está demostrado que los periodos de mayor creatividad e innovación en la humanidad, como el que vivimos, traen aparejados procesos destructivos para nuestro hábitat y el medio ambiente en general.
Entender esto es fundamental para poder redirigir parte de los avances e innovaciones que pretendemos. Nuestra ciencia debe enfocarse a resolver estas cuestiones. Hacer eso, es atender el llamado de la sabiduría, advierte Helga, y asumir la responsabilidad por el gran poder que se nos dio: el de crear vida y transformar nuestro entorno.