La riqueza y la política, dos factores que siempre se han visto entrelazados en una lucha constante por el poder y la distribución de recursos.
La riqueza, entendida como la generación y acumulación de bienes y servicios, es uno de los inventos del hombre que más enemigos ha tenido. Sus principales detractores siempre han sido dos: la religión y la política.
La gran mayoría de las religiones han propugnado por estilos de vida austeros, desprendidos de las necesidades materiales y¨castigan” a quienes no basan su vida en estos preceptos.
Sin embargo, el más acérrimo de sus enemigos siempre ha sido la política. Es un enemigo que se renueva, y que siempre está latente, tanto que todos podemos ser testigos de las fatales consecuencias que generan las ideologías paternalistas.
Muchos países de América Latina han sido protagonistas de éxodos masivos a causa de la pobreza y la privación de mejores condiciones de vida. Año con año miles de personas se lanzan a búsquedas inciertas y arriesgadas por mejores condiciones de vida.
Tan asfixiante es la situación que viven en sus respectivos países, que no escatiman en enfrentarse a la ruta migratoria más peligrosa del mundo: la frontera entre Estados Unidos y México.
Ejemplo de esto son Cuba y Venezuela. Se estima que al menos 13 millones de venezolanos ha huido de su país, y para el caso de Cuba aproximadamente dos millones, que representan el 15% de su población total.
No es poco conocido que estos países sostienen modelos políticos que se fundamentan en una serie de ideas, en las que la riqueza es considerada deleznable como condición de vida para los ciudadanos. Incluso, todo su sistema tiene esa función: evitar que los ciudadanos gocen de la riqueza que generan con su trabajo, y que dicha riqueza tenga como fin las arcas del gobierno.
Los representantes de este tipo de ideologías han logrado engañar a muchos prometiendo paraísos terrenales, y nunca han escatimado en emplear la violencia y la represión para los dudosos u opositores.
Hoy no queda duda de la inviabilidad de estos modelos y de estas ideas. Al final, para lo único que han servido es para generar que los representantes de estas ideas logren probar, lo que Cabell ha dicho, que es el más deliciosos de los privilegios: gastarse el dinero de la gente.
El odio y el rechazo a la riqueza solo empobrece, y hoy más que nunca es evidente que han condenado a millones de personas a vivir en la miseria.